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Capturando la gravedad, la escultura venezolana de los años 50

Capturando la gravedad, la escultura venezolana de los años 50

                        Autora: Gego, Título: Cuadriláteros, Tubos de Aluminio, Año: 1982. / Estación del Metro de Caracas (La Hoyada),                                                                                                     Archivo Fundación Gego, Foto: Vieri Tomaselli.
Autora: Gego, Título: Cuadriláteros, Tubos de Aluminio, Año: 1982. / Estación del Metro de Caracas (La Hoyada),

Para ser relatada, la historia requiere de la existencia de momentos de impacto, cambios que nos permitan establecer un antes y un después, a estos sucesos les etiquetamos con números y letras, por lo general los primeros son asignados reportando la fecha del suceso o una etapa para integrarlo a un grupo específico dentro de un mismo proceso, y las segundas para otorgarle un título referencial; y así mismo sucede que estos momentos de impacto suelen ser generados por un descubrimiento o innovación que nos conduce a la maravillosa experiencia de encontrar algo nuevo.

A mi parecer sin estos momentos nuestras vidas estarían vacías y es aquí donde entra el arte, como herramienta expresiva infalible, nuestra escultura de hierro soldado de los años ´50 es precisamente un ejemplo de esta interacción que el arte puede dar para comunicarnos.

Fue en este momento que nuestra escultura venció al vacío, lo conquistó para hacerlo parte de ella y sedujo a la gravedad para hacerla su cómplice en la tarea de mostrarnos una nueva forma de percibir la tercera dimensión, gracias a este momento ahora entendemos que el volumen va más allá de la masa y el bulto que queda ahora abandonado como único dueño del peso, ahora el espacio no es un límite y por el contrario, la escultura se fusionó con él para hacer las veces de enorme lupa, permitiéndonos ver lo que siempre estuvo en el ambiente, a nuestro alrededor, pero que ignorábamos y hasta creíamos imposible.

Ahora la escultura se fusiona con los elementos, se mueve con el viento, suena, tiene aroma, adquiere nuevos colores aún más brillantes, refleja el sol, se despega del suelo, trepa por las paredes, nos observa desde el techo, no tiene límites, con este mágico momento el Maestro Soto pudo desarrollar sus cubos transparentes y llevarnos a lo inmaterial como si atravesáramos un portal con sus fabulosos penetrables, sin duda la escultura de este momento con su tendencia abstracta y geométrica nos hace bajarle un poco al ego abandonando el protagonismo de la figura humana y nos logra ubicar en la realidad de nuestro entorno, como dijo el gran Otero “para conocer las leyes esenciales que no son visibles…” aquello que no podemos palpar de forma natural, es decir, sin la maravillosa intervención de la lupa artística.

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Autora: Lía Bermúdez, Año: 1982 / Estación del Metro de Caracas (Colegio de Ingenieros), Foto: Luis Chacín.

Esta escultura que se baja del pedestal, que a veces sale del museo y nos invita a interactuar con ella desafiando leyes de la física marcó a mi parecer un puente en nuestra evolución como individuos y en consecuencia como sociedad, mostrándonos no solo lo que no podíamos ver anteriormente, sino que al dejarse tocar y fusionarse con nosotros, nos retó a ir en la búsqueda de más descubrimientos, a preguntarnos que habrá más allá, y en esa investigación cambiar el ritmo y la frecuencia con la que viajamos hacia lo que no está escrito aún, nuestra escultura se transformó y junto con ella también nosotros, para ver el mundo de una forma distinta, despertando nuestro apetito por nuevos retos, esos que irán forjando impacto en la historia.

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