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Throw Back al Café Rajatabla

Throw Back al Café Rajatabla

En la ciudad de Caracas, al hacer un throwback a las décadas de los 80 y 90, la juventud caraqueña coincidió en un espacio revuelto por libre albedrío e icónico por su performance. El Café Rajatabla era un lugar representativo de las peculiaridades y excentricidades que experimentamos en la juventud. No a simple vista, en la zona cultural de las Bellas Artes, junto al Ateneo de Caracas, nuevamente se descubre un espacio donde había libertad para expresarse tal y como uno se sentía. Si lo pensamos un poco: momentos épicos, muchos; situaciones singulares, no las podemos evitar; y lugares memorables,  los cuales ni podremos ni queremos olvidar. ¡Para aquellos caraqueños que llevan la juventud en el alma!.

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Primero que nada, no hay que pasar por alto el característico busto metálico de Carlos Giménez, en la plazoleta de entrada de la edificación de ladrillos rojos, la primera vista que se tiene tanto como de la Sede como del Café Rajatabla. Ubicado justo al lado, la entrada del iconico lugar; cruzabas un breve y estrecho camino que finalizaba abierto en una especie de cuadrilátero extendido sin lados paralelos. A la derecha, desfilaban elevados y orgullosos carteles de teatro del grupo actoral Rajatabla, uno de los mas importantes de los finales siglo XX, que en sus presentaciones daban mensajes directos para la juventud, y seguía, abriéndose a la pista. En el lado izquierdo, percibías dos umbrales que daban al los baños del Café. Las mesas estaban vestidas con manteles acrílicos con imágenes de frutas. En el fondo, rostros conocidos y desconocidos extendían billete y pedían para iniciar o continuar con la noche. Y en el centro de lo uno y de lo otro, bailaban, bailaban y bailaban. Todo muy sencillo en apariencia, pero, rico en contenido y corazón.

Aquí se reunía la crema y nata de las artes escénicas: poetas, actores, artistas… y espectadores. Bien, se sabia que El Café Rajatabla era especialista de las presentaciones artísticas. Ademas, los festivales internacionales de teatro, el festival Nuevas Bandas, los perfomances teatrales y otros diversos eventos que resaltaban la expresión contribuyeron dignamente en la gloria y popularidad del lugar. Y de vez en cuando, tenia artistas invitados especiales: grupos emergentes de jazz o bosanova, ¡bendecido y afortunado si llagaste a presenciar la presentación de Víctor Cuica, el mejor (atrevo a decir) saxofonista del país!.

Era un espacio de versatilidad sin prejuicios, complaciente para todos los gustos. Daba igual si ibas vestido de traje porque saliste directo del trabajo o si vestías muy relajado. ¡Ahí no tenias porque sentirte cucaracha en baile de gallinas!. Te conseguías con diferentes sabores y colores, desde los típicos teatreros bohemios hasta hippies, rockeros, rastafaris, salseros… Y bueno, esos estilos excéntricos de la época que se extienden a la actual pero con diferentes nombres o idealidades mas sofisticados. Ni había juicios por la pinta ni por los gustos, existía una libertad expresión que lo llego a posicionar como uno de los mejores ambientes nocturnos de la ciudad.

Sabemos que la juventud rebosa energía, tiempo y actitud… pero, si hablamos de bolsillo lleno, pues… El Café Rajatabla tenia un gancho mas, las costeables y muy económicas birras para alguien que estaba trabajando y que debía cubrir sus gastos de estudiante universitario. Y si particularmente, tu no eras o alguno de tus amigos/acompañantes no eran proclives a consumir alcohol, adicional,vendían jugos, tequeños, sandwiches, empanaditas miniatura y tortilla española. Ya sabemos, que rumbear y pegar la boca a la botella despierta a nuestro estomago y nos exige algo para picar.

¡Y seria imperdonable! ¡Un sacrilegio! ¿No recordar a Pedro Pineda? ¡Imposible!

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El Café iniciaba su despedida con «Alma Llanera» de Simón Díaz, sin falla a las 3:00am. Era una despedida que podía comenzar desde las 3am y podia prolongarse hasta las 4am. Y es que si sabias lo que se venia, no había mas que hacerse el loco y esperar. Aparecía Pedro Pineda, encargado del local, con machete en mano contra el concreto y con una voz perfectamente proyectada decía: «Buenas noches / Yo me llamo Pedro Antonio / Y les pido por favor / que se vayan pal coño». Y cada vez, de forma mas ingeniosa y entretenida. Hacia un show para generar la despedida, a veces, recitaba poemas de mesa en mesa y desalojaba a cada grupo por vez. O, realizaba un show tipo stand up (aunque en ese momento todavía no se manejaba ese concepto de show, pero, que resalto para guiar a los jóvenes de ahora), personificando algún borracho, a un portugués, a un gay… ¡con vestimenta y todo!. De manera, que todos se iban satisfechos porque no sentían como si  los estuvieran echando del lugar.

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Hmmm… Y para mas sazón: Los desayunos domingueros en el Café  Rajatabla. Podías rumbear toda la noche, y después ir a desayunar ahí mismo. ¡El servicio completo!.

Servían a partir de las 9.00am. Desde empanadas, sanwiches o sopa de pollo para los de mal estomago, hasta jugos naturales, refresco o malta. Y ademas, podías, al mismo tiempo, leer la prensa del día, porque en las mesas encontrabas, generalmente, los diarios El Universal y El Nacional.

A la juventud caraqueña de estos días: pues, déjenme decirles que a pesar que el Café Rajatabla había desaparecido por el 2009, resurgió (esperemos que con la misma alma) el 3 de mayo del año anterior. O sea, podemos tener chances de experimentar este lugar memorable, así como la juventud caraqueña de hace cuarenta años. ¿Y por que no? Llevarlo en el alma de la juventud caraqueña de la actualidad. ¡Se prende!

 

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